Santa Flora de Córdoba y Santa María de Córdoba fueron compañeras de martirio en el siglo IX. Flora, hija de madre cristiana y padre musulmán, fue educada en la religión materna y criada en Córdoba. De hecho, su propio hermano fue quien la denunció al juez musulmán (cadí) por su creencias.

Flora no renunció a su fe pese a ser azotada, así que el cadí puso a la joven bajo la custodia de su hermano, quien la sometió a todo tipo de humillaciones y vejaciones.

Por su parte, María, hija de cristianos cuya vida estaba encaminada a la oración, se encontró con Flora en la iglesia de San Acisclo. Allí se juraron amistad eterna y decidieron compartir martirio. Acudieron al palacio del cadí y ante él hicieron pública su fe cristiana. Flor y María fueron condenadas a morir decapitadas. Sus cuerpos fueron exhibidos para disuadir a otros cristianos y al día siguiente fueron arrojados al Guadalquivir. Sus cabezas se depositaron en la iglesia de San Acisclo.

Ambas mozárabes, fueron unas de las protagonistas del episodio histórico del siglo IX conocido como los mártires de Córdoba y que tuvo una gran repercusión en la época.



Fuente: ELMUNDO.